¿Por qué Donald Trump está tan interesado en tener acceso a los metales raros de Ucrania?
Pese a que el mandatario estadounidense es un firme crítico de la transición hacia nuevas energías, en las últimas semanas dejó al descubierto su deseo de acceder a estos minerales y componentes clave
Tras discrepancias iniciales y exigencias de Zelensky de un compromiso por escrito a apoyo futuro, las partes parecen estar listas para dejar de lado las diferencias y suscribir un acuerdo que propone que “el Gobierno de Ucrania contribuirá a un fondo de inversión -gestionado por Estados Unidos y Ucrania, pero con propiedad mayoritaria de Estados Unidos- con el 50% de todos los ingresos que obtenga de la futura monetización” de estos recursos.
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No está contemplado el acceso de Washington a los depósitos de minerales, hidrocarburos, petróleo y gas natural, como tampoco su compromiso de ayuda bélica a futuro, precisó The Kyiv Independent, que accedió en exclusiva al documento.
La insistencia de Trump por conseguir el control sobre estos minerales ha sorprendido a muchos, que recordaron al republicano como un fuerte crítico de la transición hacia energías verdes, la electrificación del transporte y demás procesos ecológicos, que casualmente requieren de estos componentes.
En su lugar, el Presidente se ha centrado en su agenda de “dominancia energética”, enfocada en el petróleo y el gas, y hasta ha impulsado órdenes ejecutivas que prevén recortes a tecnológicas y programas relacionados con energías limpias.
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No obstante, el interés de Trump en la cuestión va más allá del futuro ecológico de Estados Unidos y busca que el país lleve la delantera en un rubro que podría ser clave en los años por venir.
Cada nación establece su propio listado de minerales que considera estratégicamente críticos; en el caso del Departamento del Interior estadounidense, el número asciende hasta 50, de los cuales Ucrania tiene más de 20.
Uno de ellos es el titanio, necesario para la fabricación de aviones y productos de la industria aeroespacial, utilizado en el rubro marino y médico, y empleado también en procesos químicos varios. Por su versatilidad, tiene una alta demanda pero se puede encontrar en casi todo Ucrania.
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Asimismo, el país dispone de litio, componente clave de baterías; uranio, utilizado en la energía nuclear, equipos médicos y armas; y grafito y manganeso, que se emplean en la confección de baterías para vehículos eléctricos.
Al igual que Ucrania, China también tiene acceso a metales raros y, de hecho, sobresale en su procesamiento, nuevamente no solo en lo que respecta a la transición energética, sino en sus múltiples usos por fuera.
Es por ello que la estrategia de Trump busca, en realidad, hacer frente a este nuevo requerimiento -esencial para muchas industrias- y presentarse ante el mundo como una alternativa fuerte e independiente de cualquier proveedor.
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“El mérito del primer gobierno de Trump es que siempre ha puesto a los minerales críticos como una prioridad política muy importante, porque sabía que dependía en gran medida de China. Esa prioridad no cambia en absoluto porque sean menos agresivos con los objetivos de despliegue de energías limpias en el futuro”, explicó Tom Moerenhout, profesor asociado adjunto en la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Columbia.
El proyecto del Presidente podría, sin embargo, verse frustrado por una serie de cuestiones.
En primer lugar, Estados Unidos se está basando en el inventario de metales elaborado por Ucrania en 1991, cuando aún formaba parte de la Unión Soviética; es decir que, en realidad, no está del todo claro cuál es la real disponibilidad de estos recursos.
Además, muchas de las zonas consideradas están bajo ocupación rusa e, incluso fuera de ellas, no se ha elaborado un informe completo que evalúe qué tan fácil o rentable sería extraer los materiales deseados del suelo.
“Una cosa es tener un acuerdo que hable sobre cómo podríamos gestionar su extracción y sus ingresos, y algo completamente diferente es tener proyectos extractivos, operaciones mineras en marcha... eso es algo que el acuerdo no garantiza”, advirtió Moerenhout.