A 20 años del ataque del ELN a un oleoducto que convirtió a un pueblo en infierno, la tragedia puede repetirse

Se cumplen dos décadas de una explosión de la guerrilla contra la infraestructura petrolera que generó un incendio sin precedentes en Colombia, dejando 84 muertos en Machuca. Los atentados se siguen presentando en la zona

Adriana Chica García
Infobae
La madrugada del 18 de octubre de 1998, los habitantes de Machuca creían que el fin del mundo había llegado. No era para menos, el río del que sobrevivían estaba convertido en llamas, y bolas de fuego caían del cielo hacia sus casas. Pero lo que realmente sucedió fue que la guerrilla del ELN explotó un oleoducto cercano que desató una tragedia sin precedentes -aún hoy- en Colombia. A 20 años de aquel hecho, aun se teme que se repita debido a las continuas acciones del grupo subversivo contra la infraestructura petrolera, que lleva 85 atentados este año.



Era el final de un domingo cualquiera en Machuca, un corregimiento a tres horas en trocha del municipio de Segovia, en Antioquia. Todos dormían en el sencillo caserío de Pueblo Nuevo, poblado en su mayoría por afrodescendientes del Chocó que se asentaron en el lugar motivados por la minería artesanal de oro. El fuerte olor a gas despertó a algunos, y otros solo sintieron la explosión. El caso fue que ninguno pudo reaccionar antes de ver sus casas de madera y zinc envueltas en llamas. Entonces, todo se volvió un caos.

"Era casi la una de la mañana cuando escuchamos el ruido. Todos nos fuimos a la loma a ver qué era un resplandor que salía del barrio Pueblo Nuevo. Y fue cuando vimos la escena que no parecía real", contó a Infobae Maribel Agualimpia, la directora de la única emisora comunitaria que tiene el pueblo desde que sucedió la tragedia. Todo era fuego, la gente corría prendida y gritando. Solo algunos alcanzaron a subir para ser auxiliados por los mismos habitantes de Machuca. Había agua para tomar, y solamente eso.

A escasos metros del corregimiento pasa el oleoducto Central Colombia (Caño Limón) operado por la compañía Ocensa, propiedad de Ecopetrol. El campo petrolífero gigante atraviesa el país de oriente a noroccidente para llevar el petróleo crudo desde los yacimientos en Arauca hasta Coveñas, costa Caribe, donde sale para exportar. Esa noche, el grupo 'Cimarrones' del frente José Antonio Galán del ELN dinamitó el ducto Cusiana-Coveñas, aproximadamente a 900 metros de Machuca.

Se abrió un hueco de unos dos metros de diámetro, que derramó más de 20 mil galones de combustible que bajaron por el río Pocuné, que roza uno de los costados del corregimiento. Más tarde, la misma guerrilla explotó un puente colgante cuyas chispas llegaron a las aguas y las prendieron. Ese fuego hizo contacto con el gas que ya había en la atmósfera y generó llamas de 50 metros o más, que alcanzaron a llegar a las viviendas aledañas al afluente. Una cadena difícil de contener.

"Hubo gente que no corrió porque pensaron que era el fin del mundo, y eso era lo que parecía. Las bolas de fuego caían por todas partes, unas directo a las personas, otros corrían envueltos en llamas, con los pies en fuego, niños prendidos. Fue una cosa tremenda", comentó Agualimpia, quien observaba desde la loma esperando a que los sobrevivientes pudieran llegar hasta allá, donde el resto de la comunidad los esperaba para intentar ayudar. El pueblo se estaba calcinando entero.

"Desperté con un olor a gasolina que mareaba, mi hermana también. Cuando sentimos la explosión, caímos al suelo. Yo me levanté y le dije a mi hermana que corriera, no me dio tiempo de ayudarla. Salí a ver la casa de mi mamá y estaba toda quemada. Corrí con una cobija pegada a mí del fuego, miré mis pies y estaban llenos de sangre, ahí no fui capaz de seguir caminando. Me tuve que apoyar con las plantas de las manos y las rodillas para subir la loma", contó uno de los sobrevivientes en el libro 'Machuca', del investigador irlandés Gearóid Ó Loingsigh.

Las comunicaciones de la época eran deficientes. Para distribuir algún mensaje la comunidad usaba megáfonos, que esa noche no fueron suficientes. "Fue una cosa instantánea, no hubo tiempo de nada. Por eso se creó la emisora un año después", comentó Agualimpia. La compañía petrolera apenas se daba cuenta del derrame de crudo. Horas después fue que el Ejército se enteró del incendio, sin imaginar la magnitud. Enviaron carros con médicos en un viaje de tres horas, mientras los quemados esperaban entre gritos.

La escena que encontraron era "desgarradora", como describieron los socorristas en aquel momento. Había muertos por todos lados, algunos solo se podían recoger con pala y bolsas porque quedaron calcinados, aún había personas pidiendo auxilio con la mayoría de su cuerpo quemado. Unas 46 casas quedaron en cenizas. Los hospitales de Segovia y Medellín a donde fueron trasladados los heridos reportaban decesos los días posteriores. Murieron en total 84 personas, los 30 sobrevivientes aún tienen las secuelas de esa noche en la piel.

El ELN, a través de un comunicado, se adjudicó las explosiones, pero no el incendio que causaron, aunque han admitido que fue un error en el que no midieron las consecuencias. Por este hecho hay una condena de 40 años contra alias 'Gabino', 'Antonio García', 'Pablo Beltrán' y 'Pablito', integrantes del Comando Central. La investigación de Ó Loingsigh también responsabiliza al Estado por el mal manejo de la emergencia y la falta de vías que demoró el traslado de los heridos a centros de salud, y a Ocensa por no tener medidas preventivas en casos de catástrofes como esa.

El pasado 18 de octubre, cuando se cumplieron 20 años de la tragedia, el grupo guerrillero manifestó su deseo de dialogar con las víctimas a través de su cuenta de Twitter. "Continuamos empeñados en dialogar con los afectados y la comunidad doliente, con la esperanza de subsanar las graves afecciones causadas. Reiteramos nuestra petición de perdón a las personas, familias y a la comunidad afectada", escribieron.

Pese a ello los ataques contra la infraestructura petrolera no cesan. El ministro de Vivienda, Jonathan Malagón, aseguró que en lo corrido de 2018 se han presentado 85 ataques a oleoductos, lo que ha afectado las fuentes hídricas, el medio ambiente y el suministro de agua potable de poblaciones vulnerables. De ese total, 82 fueron contra Caño Limón-Coveñas, que desde 1986 hasta septiembre de 2018 ha recibido 1.477 ataques, según cifras de Ecopetrol.

Las cifras de los atetados van en aumento. En 2017 se registraron 62; en 2016, 42; y en 2015, 15. En los últimos días, de hecho, se reportaron cuatro explosiones contra el oleoducto Caño Limón-Coveñas en los departamentos de Arauca, Norte de Santander y Boyacá; al menos tres son adjudicados al ELN, quien desde sus comienzos a utilizado eso como acción política para oponerse a la explotación de hidrocarburos por parte de empresas multinacionales, en consecuencia, de un supuesto contenido ideológico.

"El propósito es afectar la economía y aprovechar las dificultades de la política minero-energética del gobierno nacional. Con esto también buscan fortalecer sus bases sociales en la medida en que sus acciones respaldan la resistencia de las comunidades a la explotación de estos recursos", ha explicado la Fundación Ideas para la Paz (FIP).

En entrevista a medios, Nicolás Rodríguez, alias 'Gabino', expresó: "Lo primero que hay que aclarar es que no se trata de atentados terroristas, sino de sabotajes a la infraestructura a través de la cual se entregan los recursos nacionales a las empresas multinacionales. En segundo lugar, nosotros no nos hemos negado a las inversiones de capitales extranjeros, el problema que hemos señalado es cómo se hacen los contratos de inversión extranjera".

Mientras tanto, el presidente de Colombia, Iván Duque, ha ratificado en varias ocasiones que mientras no cesen este tipo de acciones criminales contra la infraestructura, la Fuerza Pública y la población no se sentarán en la mesa de negociación de paz en La Habana, Cuba.

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