ANÁLISIS / Vidal: la nueva estrella de la política argentina

María Eugenia Vidal, gobernadora de Buenos Aires, fue el factor que desequilibró la campaña. Ya es la política más interesante de su país, pero esto no necesariamente le hará las cosas más fáciles.

Álvaro Zuazo Periodista
Las recientes elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) principalmente para senadores y diputados nacionales han servido para coronar a la nueva reina de la política argentina: María Eugenia Vidal, una politóloga de la Universidad Católica Argentina de Buenos Aires, nacida hace 43 años en Buenos Aires, y criada en el barrio de Flores, el mismo de clase media donde nació el papa Francisco.


Con el Papa, precisamente, mantiene una relación privilegiada no sólo por declararse católica sin complejos, sino por haber trabajado conjuntamente en proyectos de desarrollo social como ministra de esa cartera del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires hasta hace cuatro años con el entonces cardenal Bergoglio y arzobispo de esa ciudad.

Esa comunión la lleva a visitar reservadamente al Papa y mantener un diálogo estrecho con él a diferencia de su jefe político, el presidente Mauricio Macri, quien parece haber dañado ese vínculo con Bergoglio, otrora relativamente vigoroso, después de obedecer a su gurú, el marketinero político ecuatoriano Jaime Durán Barba, y plantear esa relación en términos "institucionales”.

Ascenso al firmamento

Lo cierto es que ya Vidal había emergido con fuerza tras ganar en 2015 la Gobernación de la provincia de Buenos Aires, bastión del peronismo, que gobernó el territorio durante 27 años, hasta que la ahijada política preferida de Macri desembarcara en la casa de gobierno de La Plata, la capital provincial.

Aquel fue un batacazo que, a la par que dejó estupefactos al peronismo y a muchos analistas, también mereció la convicción en otros de que, más allá de sus propios méritos, su victoria obedeció en realidad a un grave error de Cristina Kirchner al imponer como candidato a la jefatura provincial a su jefe de gabinete Aníbal Fernández.

El funcionario resultaba ya para entonces indigerible, por enfrentar acusaciones que lo señalan como uno de los responsables de que el narcotráfico y la corrupción crecieran a niveles siderales durante el kirchnerismo.

Pero el 13 de agosto parece haber marcado el inicio de una nueva era política en la que la estrella de Vidal será fundamental en el firmamento del Río de la Plata por mucho tiempo.

Incluso si la fórmula de la alianza oficialista Cambiemos, con su candidato Esteban Bullrich como primer candidato a senador, finalmente perdiera frente a Cristina, lo haría por un puñado de votos, lo que enfilaría a la coalición de Macri a una casi segura victoria en octubre, cuando se disputa una suerte de segunda vuelta. Partiría de una base sólida electoral y a eso se sumarían, coinciden Gobierno y analistas, mejores guarismos económicos, particularmente en cuanto a crecimiento y empleo.

Vidal desequilibra

Los resultados de las primarias se conocerán en 10 días, pero son pocos los que en Buenos Aires dudan de que la gran ganadora fue la gobernadora Vidal, quien se cargó al hombro la campaña y salió a tocar puerta a puerta en su distrito ante encuestas que a sólo dos semanas de las elecciones daban la victoria a Cristina por un margen de hasta 10%.

Vidal pareció cambiar la suerte de Cambiemos en Buenos Aires en una entrevista a pocas horas del cierre de campaña en la que se mostró especialmente firme y hasta molesta, facetas desconocidas hasta entonces en ella. Al decir de varios expertos, esto terminó por confirmar que Vidal tiene todas las dotes que se esperan de una verdadera líder.

Fueron tales la repercusión de la entrevista y los notables beneficios electorales para Cambiemos, que el periodista que quiso provocar a Vidal, un conocido kirchnerista, ha sido acusado de ser un agente de Macri y de hacerle el juego a la gobernadora.

A nadie se le escapaba que una derrota en esta primaria instancia para el macrismo en la provincia (que concentra el 40% de la población y del producto interno bruto), hubiera significado muy probablemente el fin del proyecto de Macri, que apunta a mantener gobiernos de su mismo signo durante 20 años. Considera que son los necesarios para que Argentina regrese al primer mundo.

Ratificar el triunfo de Cambiemos en octubre, algo más cercano ahora, implicaría para esa fuerza no sólo su consolidación como proyecto nacional de largo plazo, sino un fin de gestión en 2019 para Macri revitalizado ante la creciente ola de críticas que rodea su mandato por supuestamente evidenciar una fuerte tendencia a favorecer a sectores empresariales y olvidar a los pobres, que hoy suman 32% de la población.

¿Competidora?

Hoy, Vidal es considerada por analistas vinculados a uno y otro sector como "la figura política más importante de Argentina”, según ha declarado el polémico pero muy seguido politólogo peronista Jorge Asís.

Y esto también puede entrañar paradójicamente un nuevo problema para Macri: que de su propia cantera surja su mayor competencia para las elecciones de 2019. Las encuestas le dan de hecho a Vidal más popularidad que al mandatario, y su labor en la provincia de Buenos Aires es mucho mejor ponderada que la que realiza el millonario al frente del país.

La virtud más destacada por propios y ajenos en Vidal, al margen de su evidente inteligencia y su capacidad ejecutiva y de comunicar, es su visible empatía con los sectores más empobrecidos.

Vidal ha manifestado una y otra vez su lealtad a Macri y que no tiene aspiraciones presidenciales.

Incluso ha deslizado que podría abandonar la política después de dejar la Gobernación.

Pero recientes declaraciones de Mauge, para sus cada vez más partidarios, abren puertas a distintas interpretaciones.

"Voy a hacer lo que haya que hacer, voy a estar donde decida el equipo y la gente”, dijo tras los comicios, en declaraciones que parecen abrir una ventana clausurada. Antes, se mostraba como dispuesta a estar donde mande el equipo, esto es su director técnico Macri.

Ahora, también parece dispuesta a escuchar a una tribuna donde no se esconde el deseo de que sea su sucesora. No en 2024, sino en 2019.

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