ANÁLISIS / El asalto al ISIS diluye la intensidad de la guerra en Siria

El alto el fuego se extiende a tres zonas de distensión mientras prosigue el avance contra los yihadistas

Juan Carlos Sanz
Corresponsal en Oriente Próximo
Jerusalén, El País
Salvo para los acorralados yihadistas, la guerra siria parece haberse diluido en una etapa de baja intensidad tras más de seis años de barbarie. El esfuerzo bélico de la coalición rebelde más pujante, la alianza kurdo-árabe respaldada por Estados Unidos, se concentra en la derrota de las milicias del Estado Islámico atrincheradas en Raqa, la que fue su capital y puente de mando del terror global. Fortalecido por su victoria en Alepo, el Ejército del régimen de Bachar el Asad avanza aguas abajo del Éufrates con apoyo de la aviación de Rusia. Su objetivo no es otro que desalojar a los combatientes del ISIS de los yacimientos de petróleo de la provincia de Deir Ezzor.


En tanto que yihadismo con aspiraciones terrenales, el califato ha entrado en fase terminal tras su derrota en Mosul, en el norte de Irak, donde ha perdido ya el 78% del territorio que controlaba hace dos años. El enviado de EE UU para la coalición internacional que lucha contra el ISIS, Brett McGurk, asegura que sus días de dominio sobre Raqa están contados. El retroceso que ha experimentado en Siria supone el 58% respecto al verano de 2014, cuando Abu Bakr al Bagdadi proclamó el Estado Islámico sobre 70.000 kilómetros cuadrados a caballo entre ambos países.

En un aparente gesto de debilidad en el frente de Deir Ezzor, el ISIS se ha visto obligado por primera vez a decretar la movilización de todos los hombres con edades comprendidas entre los 20 y los 30 años que estén en condiciones de luchar contra las fuerzas leales al Gobierno de Damasco.

Mientras se concentran en la derrota del califato, los contendientes en la guerra de Siria han reducido la intensidad de su confrontación al ampliar el alto el fuego a las llamadas zonas de distensión. Esta misma semana se ha establecido un área segura en el norte de la provincia de Homs (centro) con el propósito de detener los combates entre régimen e insurgentes, y evitar de paso el riesgo de enfrentamiento accidental entre sus respectivos aliados.

En la conferencia de paz celebrada en Astaná, la capital de Kazajstán, el pasado mayo se anunció la creación de cuatro circunscripciones de desescalada bélica, con el visto bueno de Rusia e Irán, aliados de El Asad, y de Turquía, sostén de la oposición.

Estados Unidos se ha sumando tácitamente a este plan para rebajar la tensión, al menos en la zona de distensión instaurada en las provincias meridionales de Deraa, Quneitra y Sueida, que entró en vigor el 9 de julio con el consentimiento de Jordania y las nada veladas críticas de Israel.

Las milicias y partidos insurrectos no se incorporaron al acuerdo de Astaná, pero han acabado refrendándolo en conversaciones directas con Moscú mantenidas en El Cairo. Primero se aprobó el área segura de Guta Oriental, el feudo rebelde más cercano a Damasco, y posteriormente el de Homs.

Queda pendiente el establecimiento de la cuarta zona de distensión en la provincia de Idlib (norte). Allí resultará más complejo alcanzar un entendimiento ante la elevada presencia de fuerzas yihadistas del Frente de la Conquista del Levante —heredero del Frente al Nusra declarado filial de Al Qaeda en Siria— que se ha aliado con otras milicias radicales para conformar la Organización de Liberación del Levante.

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