Burt Ward, el más dolido por la muerte de Batman y la verdad sobre sus aventuras sexuales

Fue el Robin que acompañó a Adam West en la legendaria serie de los años 60. Los secretos de una relación entrañable que perduró hasta el final

Alfredo Serra
Infobae
El 9 de junio, en Los Ángeles, a los 88 años, Adam West –el primer Batman de la tevé y el cine– perdió su larga batalla contra la leucemia.
Sin duda lo lloraron los cuatro hijos de sus tres matrimonios, pero posiblemente nadie derramó tantas lágrimas como Burt Ward (71), el primer Robin: el Joven Maravilla.


Ese día, Burt enmudeció. No pudo pronunciar ninguna de sus 356 famosas Holy…! (¡Santa…!), porque ninguna denota congoja.

Sólo se le oyó decir, en el funeral:
–Estoy devastado. Fuimos amigos más medio siglo.

Se comprende. A diferencia de otros rubros exitosos que en la vida privada se odiaron –por caso, Dean Martin y Jerry Lewis–, Adam y Burt se fusionaron en una hermandad que fue mucho más allá de sus hazañas en Ciudad Gótica contra los súper criminales.

En parte se comprende: Burt fue 17 años menor, de modo que la compañía de Adam tuvo algo de paternidad. Sobre todo porque cuando un productor lo eligió para ese rol decisivo en su vida, el futuro Robin era todavía una hoja en el viento: "Estudiaba actuación en la UCLA, y los fines de semana vendía casas. Por suerte le vendí una a un productor que me dio pocas esperanzas…, pero dos meses después empecé a trabajar en Batman. Casualidad feliz…".

En realidad, ni uno ni otro tenían conciencia del colosal suceso que tendrían entre manos, y mucho menos de sus implicancias sociales. Porque Batman, el Hombre Murciélago, nació como comic (historieta) en el número 27 de la revista Detective, en mayo de 1939: un año antes del advenimiento de Superman, el Hombre de Acero, el Capitán Marvel… y otros similares, siempre en la misma época.

No fue casual: en 1918 había terminado una guerra mundial que diezmó millones de almas, y en el 39 –septiembre 1º– estalló otra que duplicaría la anterior en muertos y ciudades destruidas, y algunos sociólogos afirmaron que la creación de esos justicieros de fantasía –créase o no– mitigarían el terror de las almas simples protegiéndolos del Mal encarnado en los súper villanos… Una metáfora que hoy puede sonar ingenua y risueña, pero que en aquel contexto pareció tan eficaz como una vacuna contra la peste…

Del comic, Batman saltó a la tevé: 120 episodios entre 1966 y 1968 por la cadena ABC, y también el primer film, en tono de comic, siempre con Adam West y Burt Ward como protagonistas.

A lo largo de su vida, y en especial después de su retiro, reemplazado West en sucesivos films por Michael Keaton, Val Kilmer, George Clooney, Christian Bale y Ben Affleck, Burt–Robin se animó a confesiones insospechadas…

Según él, debutó en el primer capítulo de la serie televisiva a los 20 años, "y sólo había salido con un par de chicas, sin que nada pasara… Pero Adam me arrastró –¡por suerte!– a las mayores aventuras sexuales apenas imaginables… ¡Sexo salvaje y continuo! Y para colmo de la felicidad eran los años 60: la revolución sexual… Sucedían cosas mágicas. A las siete de la mañana estábamos en la sala de maquillaje, y al rato nos invadían señoritas dispuestas a todo. Santa sardina! Lo "hacíamos" en el set entre escenas, en el wagon, vestidos, desnudos… ¡Puro placer! Y en los fines de semanas nos contrataban para apariciones personales en las que redoblábamos la apuesta. ¡Eramos vampiros sexuales! Hasta que llegó el sida, y el único sexo seguro… ¡es leer un libro!".

Burt Ward llevó esas experiencias a un ardiente libro: My Life in Tights (Mi vida en calzas: referencia a la liviana y ajustada vestimenta del personaje), y según el autor, "no apto para conservadores sexuales ni eróticos retraídos".

Adam me arrastró –¡por suerte!– a las mayores aventuras sexuales apenas imaginables. ¡Sexo salvaje y continuo! Y para colmo de la felicidad eran los años 60: la revolución sexual

Desde luego, las primeras filmaciones de la serie dejaron dolorosas huellas físicas. En una curva cerrada, el batimóvil golpeó una cámara… y astilló el meñique de Burt. En la explosión de una pared falló la dinamita, hubo que reforzar la carga, y Batman casi se queda sin compañero…
Entre la nostalgia y el realismo, Robin suele abjurar de los ropajes de los Batman actuales, caballeros de la noche más oscuros, complejos y enfrentando otros conflictos:

–Ellos usan armaduras… En cambio, Adam y yo usábamos un pantalón… con el calzoncillo encima. Creo que nos divertíamos más…
Sin embargo, alguien acechaba. La Liga Católica de la Decencia denunció que el pantaloncito de Robin mostraba demasiado el bulto de… ya saben. La cuestión casi llega a los tribunales, de modo que los vestuaristas solucionaron el problema… dolorosamente. Ropa interior doble, un sujetador de pene, y un ajustador de testículos. Tortura medieval…

No menos nostalgia, y ya muerto Adam West, acomete a Burt Ward cuando recuerda a los villanos de su tiempo. "Porque eran grandes actores jugando a ser malvados… Burguess Meredith, un Pingüino inolvidable. Otto Preminger, un actor y director genial, laureado por Hollywood, que se calzó el traje de Mister Frío. Anne Baxter ya tenía un Oscar cuando aceptó ser Olga, la reina de los cosacos. Y Vincent Price, el que aterraba a millones con sus films inspirados en cuentos de Edgar Poe, se allanó a usar una prótesis en su cabeza para encarnar a Egghead. Eso, sin contar el Guasón del veterano César Romero: ¡de colección!, junto con la Gatúbela de Julie Newmar…".

En su cabalgata sentimental, Burt exalta a Batman por su existencia y armas terrenas. "No tenía súper poderes. No veía a través de las paredes ni frenaba aviones en vuelo. Todo era verosímil y urdido en la baticueva…. Hasta el batimóvil, que puede ser imitado en una fábrica" (Nota: diseñado por George Barris sobre un concept car de Ford, el Lincoln Futura, fue rematado en 2013 por más de cuatro millones de dólares).

Burt Ward está casado con Tracy hace casi cuarenta años, tiene dos hijas (Lisa, 34, y Melody, 9), y dos nietos: Kevin y Katelyn. Suelen decirle "Estás muy joven", y responde:
–¡Santo formol! Ser abuelo es como ser padre. Lo raro es hacerle el amor a una abuela…

No le será fácil reponerse de la muerte de Adam, "el tipo que más quise, y el que más me quiso. Tanto, que todavía resuenan los chistes acerca de nuestra supuesta relación sexual… En realidad tuvimos tantas mujeres, tanto sexo, que nos habría faltado tiempo para una escapada homo".

Acaso en adelante, por las noches, oiga la simple y pegadiza melodía de apertura de la serie, obra de Neal Hefti: música surf desde una guitarra convencional, tres acordes comunes, pero en el podio de la cultura pop…

¡Santas frases! Hay quien contó la cantidad de veces que el Robin de Burt Ward dice una frase que arranca con "Santos…": son 359. ¿La mejor? Hay muchas, pero "Holy contributing to the delinquency of minors" (¡Santa contribución a la delincuencia de menores!) es firme candidata. Porque la batimanía no fue moda pasatista: tuvo carnadura y vocación de clásico. Y como tal, fans eternos.

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