Las llamas de la torre Grenfell prenden la protesta social en Londres

Manifestaciones por la capital añaden presión a la primera ministra tras una tragedia que se ha convertido en símbolo de las desigualdades sociales en Reino Unido

Pablo Guimón
Londres, El País
El dolor se ha transformado en furia. Las llamas de la torre Grenfell han encendido un conflicto social, latente en la sociedad británica, de consecuencias imprevisibles para una primera ministra profundamente debilitada. A las críticas por la fría reacción inmediata de Theresa May, se suma el cuestionamiento de un modelo que, a base de recortes y desregulación, ha extremado las desigualdades. Las protestas se suceden desde el viernes, mientras que la policía elevado el número de muertos en el incendio a 58, de momento, tras dar por fallecidos a casi 30 de los denunciados como desaparecidos. Ese torre de hormigón, carbonizada y humeante en medio del barrio más rico del país, se ha convertido en un símbolo de todo lo que, para muchos, funciona mal en Reino Unido.


Amanecía el jueves en Londres y los vecinos de Notting Hill tejían espontáneamente, horas después del incendio, una red de solidaridad para proporcionar cama, alimento y abrigo a las víctimas. Esos mismos vecinos acudieron el viernes a la junta de distrito de Kensington a exigir justicia, con pancartas contra el Gobierno conservador. La policía impidió a algunos de ellos entrar en las dependencias municipales para enfrentarse cara a cara con las autoridades.

“La gente está más que enfadada, nos han empujado demasiado lejos”, aseguraba en medio de la protesta Zack Bangash, vecino del edificio de al lado de la torre, entre gritos que pedían la dimisión de la primera ministra. “Llevan años ignorándonos y tratando de romper nuestras comunidades. Pero eso no va a suceder. Esta energía va a durar”.

La indignación se ha convertido en elemento cohesionador de una comunidad que se siente olvidada. Manifestaciones por distintos puntos del centro de la ciudad se han sucedido desde el viernes. Este sábado las protestas llegaron a las puertas de Downing Street. La revuelta tiene un potencial desastroso para una primera ministra extremadamente debilitada, después de haber perdido la mayoría absoluta –y buena parte de su autoridad- en las elecciones del pasado 8 de junio.

“La torre se ha convertido en un símbolo de las profundas desigualdades que lastran este país”, explica Anne Minton, profesora de la Universidad del Este de Londres y autora del libro El gran capital y el control del suelo. “Estos residentes repetidamente advirtieron de que podía pasar una catástrofe, y no se hizo nada. Hay un fracaso de responsabilidad. ¿Qué habría pasado si uno solo de los residentes multimillonarios de un rascacielos de lujo se hubiera quejado sobre la seguridad? Otro factor es la no regulación. Este Gobierno no cree en la regulación, por eso ignoró las recomendaciones de endurecer la legislación contra incendios. Por último, hay falta de claridad. Con el número de víctimas, con las identidades, con las causas… El Gobierno no está siendo capaz de ver la magnitud de esto. Es la catástrofe en cuanto a pérdidas de vida más grande en décadas en este país. Y las ramificaciones políticas pueden ser enormes. No sé cómo May podrá sobrevivir a esto”.

El día después del incendio Theresa May tardó en comparecer. Cuando fue a visitar el edificio, despachó con los responsables de los equipos de emergencia , pero no se acercó a hablar con las familias de las víctimas. Exhibió la misma actitud fría y distante, desacompasada con la realidad, que ha erosionado su imagen durante la reciente campaña. Una hora después Jeremy Corbyn, el líder de la oposición laborista, acudía al lugar y se dedicaba a escuchar y consolar a los afectados. Las fotografías de sus abrazos con los vecinos contrastaban con las de May rodeada de agentes uniformados.

La primera ministra ha encargado una investigación sobre las causas del incendio. El viernes, al fin, se reunió con las víctimas, pero no pudo evitar los abucheos e insultos. Su imagen entre los vecinos de la torre Grenfell no será fácil de recomponer.

“Theresa May vino a Kensington: ¿creéis que tuvo la decencia de hablar con nosotros? ¡No! No le importamos. Esto no es cosa de negros o blancos, esto es de clase obrera. Siempre somos las víctimas. Somos los desposeídos. ¡No nos ven!”, decía un vecino con el megáfono, a las puertas de la junta de distrito, provocando aplausos y gritos entre los centenares de congregados.

Todo lo que se va sabiendo acerca de la tragedia alimenta, a los ojos de los vecinos, la imagen de un Gobierno completamente alejado de sus vidas y sus problemas. Las quejas de una agrupación de vecinos sistemáticamente ignoradas. La maraña de contratas y subcontratas detrás de las obras de remodelación del año pasado. Las deficiencias de una política de vivienda social caótica y ahogada de fondos. La negativa del Gobierno a actualizar la regulación sobre incendios, a pesar de las advertencias de los expertos realizadas tras otro incendio en una torre, este con seis víctimas mortales, en el sur de Londres en 2009.

Las causas del incendio tardarán en conocerse con claridad. “En una desgracia de este tipo es raro que haya solo un fallo”, explica el ingeniero Jesús Gómez Hermoso, profesor de la Politécnica de Madrid con numerosas publicaciones sobre edificios altos. “Suelen ser varias causas combinadas. Materiales más inflamables de lo aconsejable, deficiente aislamiento entre las plantas, la propia llegada de los bomberos... Solo un fallo en toda la cadena es raro que produzca algo así. Pero lo que está claro es que un edificio de esa atura es imposible protegerlo del fuego solo con medidas externas. Debe tener sistemas de autoapagado”.

La rabia de los vecinos se dirige contra todo aquel que permitió alojar a más de un centenar de familias en una torre de 24 plantas con solo una salida y sin rociadores de agua, y la envolvió en un recubrimiento, prohibido por su inflamabilidad en otros países, para hacerla más bonita a los ojos de quienes la miraran desde fuera.

“Eligieron ese material para que luciera más bonita para los ricos, y ahora ese material ha matado a los pobres. No les importaban los centenares de personas que vivían allí”, denunciaba Ayyub Kemouche, de 20 años, el viernes durante la protesta.

El incendio expuso de manera extrema la coexistencia, puerta con puerta, de la riqueza y la pobreza en Londres. La torre preside un conjunto de vivienda social en medio del vecindario más rico del país, donde oligarcas de todo el mundo adquieren viviendas a precios imposibles que, a menudo, ni siquiera ocupan. La no segregación de la vivienda social, su integración en todos los barrios, ha sido un modelo elogiado por su capacidad de construir cohesión social. Pero la llegada de los supermillonarios en los últimos años, combinada con las políticas de austeridad que se han cebado en los más desfavorecidos, ha creado una mezcla que, calentada por las llamas de la torre Grenfell, tiende más al conflicto que a la cohesión.

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