Brigitte Macron afianza su papel como primera dama

La esposa del presidente francés debuta con éxito en el Elíseo y en la escena internacional

París, El País
Brigitte Macron no ha necesitado ni un mes para habituarse a su nuevo papel de primera dama de Francia. Apenas cumplida su tercera semana en el Elíseo, se ha codeado ya con buena parte de sus homólogas en dos cumbres internacionales y ha acompañado a su esposo y presidente, Emmanuel Macron, en otras citas protocolares en las que muchas de las cámaras la siguieron más a ella que al jefe de Estado francés. Y ya se intuye que su papel no será solo de mujer florero. Aunque el entonces candidato aseguró que no percibirá un salario como primera dama, ya adelantó antes de las elecciones que lo llevaron al Elíseo que su mujer, que lo asesoró durante toda la campaña, seguiría teniendo un lugar preferente en su equipo y que tenía intención de formalizar su puesto.


Puede que Emmanuel Macron se marcara un golpe de efecto con su calculado apretón de manos a Donald Trump en su primer encuentro, a finales de mayo, durante la cumbre de la OTAN en Bruselas. Pero su mujer no se ha quedado atrás. Brigitte Macron rivalizó en atención mediática con la primera dama estadounidense, Melania Trump. Y, en vista de las conclusiones de la prensa rosa y no tan rosada, que alabó su savoir faire, su amabilidad y su estilo —en el que privilegió una de sus casas de moda favoritas, Louis Vuitton—, la primera dama francesa salió airosa de su primer desafío internacional. El intenso seguimiento de las cámaras continuó en la siguiente escala de los Macron, la localidad italiana de Taormina, donde se celebraba el G7 y donde ella volvió a cumplir rigurosamente el programa reservado a las primeras damas de los mandatarios reunidos para discutir temas de la política mundial.

El matrimonio presidencial francés ha copado titulares por su inusual historia como pareja —se conocieron cuando ella era profesora de Literatura y él, un estudiante adolescente— y, también, por su diferencia de edad: ella le lleva 24 años, algo que, cuando sucede al revés (como en el caso de los Trump) no recibe tanta atención. Pero la nueva primera dama francesa, veterana ya en esto de sufrir el escrutinio mediático, no se amilanó y participó con visible entusiasmo en todas las citas programadas. Incluso aunque ello la obligara también a superar una presunta fobia a volar, algo que en el pasado le impidió acompañar a Macron a otros viajes, según afirma el periodista Xavier-François Bourmaud en el libro sobre la campaña del líder de En Marcha! Les coulisses d’une victoire (Entre los bastidores de una victoria).

Pasado el revuelo internacional, la primera dama continúa haciéndose su hueco en el Elíseo. Aunque el Gobierno francés no ha informado oficialmente al respecto, Brigitte Macron ha instalado ya su oficina en el salón Fougères en la planta baja del Elíseo. Es el mismo suntuoso espacio —las ventanas dan al jardín y la sala es conocida por la decoración floral de las paredes— en el que instalaron sus oficinas otras primeras damas como la efímera Cecilia Sarkozy, Carla Bruni o la periodista Valérie Trierweiler, la última en ocupar ese espacio hasta su separación del socialista François Hollande. En declaraciones a la revista Elle, Trierweiler le deseó “buena suerte" a su sucesora. Algo que, por el momento, no parece necesitar Brigitte Macron.

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