¡3-1! Kyrie y LeBron resucitan al campeón y acaban con el 16-0

Exhibición de los Cavs en el primer tiempo (récord: 86 puntos) y guerra de nervios en el segundo. La Final sigue viva: el lunes, quinto partido en Oakland.


Juanma Rubio
El País
En Cleveland no había ambiente de partido grande (solo de partido), en los prolegómenos en The Q hacían más ruido los aficionados de los Warriors (legión) y no había cumplido 48 horas una derrota agotadora en lo físico y devastadora en lo emocional para los Cavaliers. Si esa, entre tumbas y con olor a descomposición, era la forma de tomar la medida al campeón, hay que decir que el campeón estaba allí, dispuesto a todo. Con las pinturas de guerra mientras los debates sobre el 16-0 acaparaban conversaciones, de los bares a los platós de televisión. Orgulloso, feroz, volcánico y con mucho baloncesto. En su estilo, en algunas cosas imperfecto, pero devastador cuando se desata. El (todavía) campeón se puso en pie, soltó dentelladas ciegas y tumbo a unos Warriors que no perdían con el big four en pista desde el 28 de febrero y que dejaron escapar el tren del 16-0. De momento solo eso, pero incluso desde su posición envidiable este 3-1 de vuelta a la Bahía resonará en sus cabezas con los ecos de 2016, cuando sucedió lo imposible. Si este partido medía a los Cavaliers, el quinto medirá a los Warriors. Les hará campeones con todos los galones en una Final revitalizada… o les meterá en un lío tremendo. Hay vida, hay temporada NBA: hay Finales. Por ahora, tres días más.


Si el primer tiempo, al que volveré en seguida, desplegó la resurrección de los Cavaliers, el segundo anticipó lo que será un clima de tensión irrespirable el lunes, en Oakland. El arbitraje, de entrada casero, fue perdiendo el control del partido hasta que perdió completamente los papeles. Superados, los árbitros acabaron confundiendo a todo el mundo y permitiendo un millón de retos que eran en realidad citas para pasado mañana. Del criterio más estrictamente casero del tercer partido se pasó a uno desquiciado, un intento de corregir errores con más errores con un protagonismo circense y jugadores al límite del ataque de nervios. Ninguno, en ese ecosistema, más que un Draymond Green que tiene dos días para recordar que es absolutamente fundamental para estabilizar el pulso de su equipo. Y para dirigir una defensa que no apareció hasta que se había llevado una zurra para el recuerdo: 49 puntos en el primer cuarto, 86 al descanso: récord absoluto en la historia de las Finales.

Las opciones de los Cavaliers, parecía obvio, pasaban por una buena salida que borrara los malos recuerdos del miércoles, insuflara aire en los pulmones y, en el mejor de los casos, recordara a los Warriors que siempre les quedará el Oracle. Estos acompañaron con una puesta en escena ridícula: lentos, descompasados, descentrados, alborotados. Aun así anotaron 68 puntos en el primer tiempo (86-68), pero fueron incapaces de enlazar tres o cuatro buenas defensas para volver de lleno al partido. Klay Thompson perdió de vista a Kyrie Irving, nadie protegió el aro y las rotaciones, generalmente una coreografía fascinante, se convirtieron en una danza disparatada. En el primer cuarto los Cavs firmaron un 7/12 en triples y tiraron (con alguna ayuda) 22 tiros libres. Escaparon pronto (27-11 en cinco minutos) y jugaron cuesta abajo, un formato en el que son casi imparables porque el goteo de LeBron y Kyrie, una vez que empieza, no cesa. En esa primera parte, LeBron hizo parecer niños a todos sus defensores (22+6+8, al final otro triple-doble: 31+10+11), Kyrie jugó en ese formato en el que es literalmente capaz de todo (28 puntos, 11/14 en tiros: 40 puntos totales), Love se incrustó en big three (17+4, 4/5 en triples antes del descanso), JR Smith metió triples hasta desde el logo del centro de la pista (10 en estos dos partidos) y Tristan Thompson cogió unos cuantos rebotes de ataque. Otra noticia: otra pequeña resurrección.

Después, todo ese fascinante despliegue de los Cavs (con récord en Finales: 24 triples), a plena potencia en ataque, se enredó en la batidora de una segunda parte en la que las expulsiones rondaban más que la remontada de los Warriors, que tuvo algún pequeño amago (104-91 en el tercer cuarto, 115-102 en el arranque del último) pero no cogió nunca la velocidad necesaria. Desdibujados (Curry) y nerviosos (Green), se colgaron de Kevin Durant (35 puntos) y arrastraron su mal primer cuarto como una condena. Y dejaron ir el 16-0, un asunto en realidad menor si alcanzan el objetivo. Cuando sea.

Los Cavs se han regalado otra oportunidad, una bala y una visita al Oracle con mirada de forajidos, como hace un año, sin presión y con opciones de airear fantasmas en la cabeza de un rival que hace unas horas parecía inaccesible a cualquier problema mundano… y que tal vez, sencillamente, vuelva a serlo con el regreso a casa. Con muchos valores recuperados pero otra vez parciales inadmisibles cuando se sentó LeBron (-11, casi la única pega en una noche feliz) el campeón retrasó el cierre de temporada, salvó la vida en su pista y se marcha al Oracle con 3-1. El asesino vuelve al lugar del crimen, un toque de déjà vu para enriquecer las largas horas que esperan hasta el lunes, cuando tendremos un partido fascinante. Sentencia, seguramente, o una Final que ya ha recuperado mucha temperatura de pronto abierta de par en par. Solo tal vez. Pero, por si acaso, mejor que nadie se lo pierda….

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