Trapos sucios en la recta final de la campaña presidencial en Irán

Rohaní y sus principales rivales conservadores intercambian ataques en vez de presentar propuestas

Ali Falahi
Teherán, El País
La campaña para las elecciones presidenciales de Irán del próximo 19 de mayo se ha convertido en su recta final en una guerra abierta entre los tres principales candidatos. Hassan Rohaní, el actual presidente que aspira a repetir un segundo periodo, ha cambiado de tono moderado que exhibía hasta ahora y acusa a su principal rival, el conservador Ebrahim Raisí, de no pagar impuestos. Éste tacha de “saqueadores” a los miembros del Gobierno. Mohamad Baqer Qalibaf, el alcalde de Teherán y también candidato conservador, ha llegado a llamar “mentiroso” a Rohaní y responsabiliza del paro a su “ineficiente” Ejecutivo.


El sistema trata de presentar este ambiente como un ejercicio democrático en un clima político abierto. Sin embargo, la opinión pública iraní lo percibe más bien como una lucha de poder, lo que pone en riesgo la participación del electorado.

Durante el primer debate televisado, el pasado 28 de abril, Rohaní intentó mantener su imagen de estadista y no entrar en el juego de sus rivales. Dejó entonces la defensa del Gobierno en manos de su primer vicepresidente y también candidato, Eshagh Jahanguirí. Pero en el segundo debate, una semana después, cambió de táctica y pasó a exponer el pasado de sus dos principales rivales. “Querían hacer paredes en las aceras para separar a hombres y mujeres”, dijo Rohaní en referencia a un polémico plan de segregación del Ayuntamiento de Teherán en 2014.

Pero ha sido su ataque a Raisí, un protegido del líder supremo, el ayatolá Ali Jameneí, el que más ha sorprendido. “Sólo ha usado la ejecución y cárcel durante los 38 años transcurridos desde la revolución”, dijo en referencia a los altos cargos que tuvo en el poder judicial antes de que Jameneí le nombrara custodio del Mausoleo de Mashhad. Sus palabras han recordado la participación de Raisí en el comité que supervisó las ejecuciones de presos políticos ordenadas por Jomeini en 1988.

Además, Rohaní ha cuestionado la reforma fiscal que promete Raisí, mientras las empresas adscritas al Mausoleo que gestiona están exentas de tributar. “Si el pueblo paga impuestos es bueno, entonces ¿por qué no los pagan también ustedes?”, le espetó el presidente.

Mientras, el Gobierno ha bloqueado una web lanzada por Qalibaf en la que pretendía inscribir a los parados y pagarles 2,5 millones de riales (unos 60 euros) por considerarlo una compra encubierta de votos. A pesar de que los analistas consideran que sus promesas son irrealizables, el alcalde de Teherán, que ya perdió frente a Rohaní en 2013, insiste en que va a crear cinco millones de empleos. Todo parece permitido para atraer el voto de entre 15 y 17 millones de indecisos, que suelen decantarse por una mejora económica.

Pero por mucho que parezcan una panacea para las estrecheces de los iraníes, a muchos votantes las promesas de Raisí y Qalibaf les recuerdan al expresidente Mahmud Ahmadineyad, cuyas políticas resultaron en una inflación superior al 40% y llevaron al país al borde del abismo. Rohaní también advierte a la gente del riesgo de volver a la época de su predecesor, lo que ha llevado a Raisí a acusarlo de “agitar el miedo”.

El presidente tampoco lo tiene fácil, ya que algunos de sus ministros se han convertido en su talón de Aquiles. El de Educación, Fakhrodin Ahmadi Ashtiani, y su hija Zoha, se enfrentan a un caso por contrabando de ropa. El titular de Transporte, Abbas Ajundí, protagonizó hace un mes un incidente con una periodista a quien gritó a la vez que le tiraba el micrófono, buena excusa para que sus rivales acusen al Gobierno de no aceptar la crítica. El último ataque de las webs conservadoras contra Rohaní consiste en publicar unas declaraciones suyas de 1980 en las que pedía que “ahorquen a los conspiradores en público y durante las plegarias de viernes”.

A los conservadores les urge ponerse de acuerdo sobre un candidato porque la división de votos reduce su posibilidad de victoria. Rohaní, por su parte, intenta destacar los logros del acuerdo nuclear, la reforma sanitaria y la seguridad del país, pero su éxito depende sobre todo de que moderados y reformistas logren convencer a sus seguidores de acudir a las urnas; para quienes defienden el voto útil Rohaní no es la mejor opción, sino la única.

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