Los secesionistas del sur de Yemen desafían al presidente Hadi

El llamamiento a la independencia revela diferencias en la coalición que lucha para devolverle el poder

Ángeles Espinosa
Dubái, El País
El movimiento secesionista del sur de Yemen ha desafiado este jueves la autoridad del presidente Abdrabbo Mansur Hadi a quien formalmente respaldaba hasta ahora en la guerra civil. Miles de yemeníes han acudido a su convocatoria en Adén, la capital meridional, para aclamar a Aidarus al Zubaidi como líder del Sur y encargarle que prepare la independencia. Hadi cesó a Al Zubaidi como gobernador de Adén la semana pasada, una medida muy impopular. La brecha refleja diferencias sobre el futuro de esa parte del país en la coalición que dirige Arabia Saudí, y complica sus planes para reinstaurar a Hadi en el Gobierno central.


“Es un gesto simbólico. La alianza entre los secesionistas del Sur y Hadi ha sido desde el principio un matrimonio de conveniencia que estaba destinado a acabar en divorcio”, interpreta Adam Baron, experto en Yemen del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. El peligro, en su opinión, es que estalle “un enfrentamiento abierto entre ambos”. La alianza a la que se refiere Baron es el frente anti Huthi que se formó hace dos años cuando esa milicia llegó hasta Adén tras haberse hecho con el poder en Saná, la capital yemení, y Arabia Saudí decidió intervenir militarmente para restaurar a Hadi.

Más allá de echar a los Huthi del Sur, las variopintas fuerzas que se unieron entonces nunca han tenido un proyecto de futuro común. De hecho, los planes de la coalición árabe para recuperar Saná están en punto muerto. Emiratos Árabes Unidos (EAU), el principal socio de Arabia Saudí en ese empeño, ha entrenado (y financia) a 25.000 soldados en el sur para luchar contra los milicianos Huthi y la parte del Ejército leal al expresidente Ali Abdalá Saleh que se alió con ellos, además de a los afines a Al Qaeda que se extendieron en el caos. Sin embargo, una vez expulsadas estas fuerzas, los soldados del sur no tienen ningún interés en avanzar hasta la capital y prefieren consolidar sus logros.

El separatismo del sur de Yemen viene de lejos. Tras independizarse del Reino Unido en 1967, la República Democrática Popular de Yemen fue un país distinto del norte de Yemen hasta la unificación en 1990. Pero el resultado desilusionó al Sur y su intento de revertirlo fue aplastado el 27 de abril de 1994. Los sureños no han olvidado que fue precisamente Hadi, un hombre de Adén, el general que dirigió las tropas. Que ahora haya destituido a Al Zubaidi (y al ministro encargado de las fuerzas entrenadas por EAU, Hani Ali Bin Braik) en el aniversario de aquella humillación solo ha añadido leña al fuego, tal como ha dejado claro la bautizada como Declaración de Adén.

A pesar del llamamiento a preparar la independencia, ese texto también agradece “la ayuda de la coalición dirigida por Arabia Saudí”, lo que parece una contradicción puesto que ésta intervino en apoyo de Hadi. Sin embargo, los observadores dudan de que la demostración de fuerza de Al Zubaidi, considerado un hombre de EAU, haya sido posible sin el visto bueno de este país. Sus gobernantes parecen estar perdiendo la paciencia con Hadi. Además, los secesionistas saben que la precaria estabilidad de la que disfruta el Sur es el resultado de la presencia de las tropas emiratíes, con apoyo de soldados sudaneses.

“Hay una lucha de poder tanto a nivel regional como local. Arabia Saudí y Emiratos tienen distintos puntos de vista sobre el futuro del Sur. Emiratos está presionando por más independencia. Esa pugna tiene como trasfondo diferencias reales entre provincias y líderes sureños: los que quieren un país federal (algo que beneficiaría a Hadi) y los que quieren la separación (abriendo el camino a otra posible secesión, la de Hadramut)”, explica la politóloga yemení Elham Manea, profesora de la Universidad de Zúrich.

Mientras tanto, la ya difícil situación de Yemen, el país más pobre del mundo árabe, continúa deteriorándose. Desde el inicio de la intervención saudí, se estima que han muerto unas diez mil personas, la mitad de ellas civiles. Al menos 19 millones de sus 26 millones de habitantes dependen de la asistencia exterior para sobrevivir (y de ellos 7,3 millones corren el riesgo de morir por falta de alimentos), según la ONU que tiene dificultades para financiar su programa de ayuda.

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