ANÁLISIS / Trump en Arabia: negocios y guerra

La visita del presidente de Estados Unidos a Riad poco tiene que ver con la religión

Luz Gómez García
El País
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha elegido Riad para su primera visita al extranjero. La siguiente escala será Jerusalén, y después el Vaticano. De Arabia Saudí Trump ha dicho que es “el corazón del mundo islámico”: está claro que el periplo se viste de corazones religiosos. Pero esta visita poco tiene que ver con la religión, por más que las autoridades saudíes se hayan aprestado a organizar una minicumbre americano-araboislámica, además de otra con el Consejo de Cooperación del Golfo. Negocios y guerra, de eso se trata.


De Trump en Arabia, el régimen saudí espera refrendo a un país renqueante, que necesita refundarse, pero que no acaba de decidirse. Las revueltas árabes de 2011 fueron una llamada de atención peligrosísima, y la gerontocracia saudí tomó nota. Puso en marcha un proyecto contrarrevolucionario que sostuvo a los corruptos Jalifa en Bahréin, aupó al golpista Sisi en Egipto, sumió de nuevo al Yemen en la confrontación civil, financió en Siria a los yihadistas que ayudaron a Al Asad a finiquitar la revolución, y echó un poco más de leña al fuego sectario con Irán.

El octogenario rey Salmán subió al trono en 2015 y ha dado algunos pasos con cierto aire nuevo en una sociedad con un 65% de la población con menos de 30 años: ha remodelado su corte y situado en puestos decisivos a esta joven generación, si bien poniendo a sus hijos de hombres fuertes: Mohammad, como segundo en la sucesión, y Jaled como embajador en EE UU. Pero los gestos vienen y van y son parte de una política de equilibrios milimétricos. Un megaproyecto de liberalización, llamado Horizonte 2030, pretende diversificar la estructura económica del país, dependiente por completo del petróleo. Las multinacionales del sector ya han hecho números y les cuadra, pero las decisiones políticas se retrasan porque la estabilidad social depende de los subsidios y salarios estatales, que habrían de desaparecer. La alternativa que no contempla el H2030 es una transición democrática en que las mujeres y las minorías, como el 15% chií, conquisten no solo la igualdad ante la ley, sino también los inexistentes órganos representativos.

De Arabia, Trump espera negocio, paz y estabilidad. Para ello, va a cerrar estos días un acuerdo de venta de armamento por valor de 110.000 millones de dólares, el mayor de la historia comercial estadounidense. Cómo lleguen la paz y la estabilidad de la mano de las armas es otro retruécano trumpiano. Los derechos humanos no forman parte del séquito de Trump, que ha desembarcado en Riad con su núcleo duro: su hija-báculo Ivanka, su yerno-consejero Jared Kushner, el islamófobo Steve Bannon, el billonario secretario de Comercio Wilbur Ross... A los líderes musulmanes de los cuarenta países que participan en la cumbre, solo se les ha invitado a una coalición contra el extremismo en “la batalla del bien contra el mal”, en expresión de Trump. Ya sabemos que esta retórica solo lleva a la perpetuación de un Oriente Próximo en llamas, bajo sus distintas mutaciones.

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