Trump llama “brutal dictador” a Castro y entierra la política de Obama

"La historia juzgará a esta singular figura", dice el presidente saliente, impulsor del deshielo

Amanda Mars
Nueva York, El País
La muerte de Fidel Castro, este viernes a los 90 años, certificó el fin de la era Obama en las relaciones exteriores. El presidente saliente de Estados Unidos reaccionó con un medido ejercicio de equilibrio: ni reproches ni halagos al dictador, sí la mano tendida al pueblo cubano. Menos de una hora después, su sucesor, el presidente electo, Donald Trump, calificó al finado de "brutal dictador" y enterró la política de su antecesor en este viejo conflicto. El deshielo impulsado en 2014 por Obama y Raúl Castro entre el país comunista y su enemigo yanqui quedó herido de muerte.


"Hoy el mundo marca el fallecimiento de un dictador brutal que oprimió a su propio pueblo durante casi seis décadas. El legado de Fidel Castrose caracteriza por los pelotones de fusilamiento, el robo, el sufrimiento inimaginable, la pobreza y la negación de los derechos humanos fundamentales", dijo este sábado. El texto, muy contundente, proseguía así: "Cuba sigue siendo una isla totalitaria, espero que el día de hoy sea un paso para alejarse de los horrores que se han soportado durante demasiado tiempo" e incluía una promesa: "Nuestra Administracion hará todo lo que pueda para asegurar que el pueblo cubano empiece su viaje a la libertad y la prosperidad".

Su manifiesto tras la noticia, que por caprichos del destino le llegó a Trump en su mansión de la anticastrista Florida, apunta claramente a un giro radical en la actitud de la Administración estadounidense. Pero estos cambios y puntos de inflexión, en la política trumpiana, se tornan muchas veces reversibles y esa posibilidad hay que tenerla en cuenta también esta vez. El presidente demócrata había impulsado la apertura de la embajada en La Habana y flexibilizó el envío de remesas, entre otras medidas.

Hay que preguntarse, a nivel práctico, en qué se traducirán las palabras de Trump. ¿Volverá a prohibir los vuelos comerciales entre Estados Unidos y Cuba? ¿Endurecerá las restricciones para la actividad empresarial? Sería una contradicción más en un hombre de negocios que hace dos décadas confesaba su ilusión por construir uno de sus fastuosos hoteles en la capital caribeña. “Los cubanos son la mejor gente del mundo. Me encantaría ayudar a reconstruir su país y devolverlo a su antiguo esplendor. En cuanto cambien las leyes, estoy dispuesto a levantar el Taj Mahal en La Habana”, decía el Trump empresario de los años 90, cuando el presidente Bill Clinton cambió alguna medida de apertura. Newsweek publicó que el magnate intentó incluso violar el embargo.

El tipo de anticastrismo de Trump es, además, de reciente incorporación. Durante las primarias, el entonces precandidato republicano había juzgado como "positivo" que se retomaran las relaciones diplomáticas entre ambos países, aunque consideraba que el trato no era lo bastante beneficioso para Estados Unidos y se debía renegociar, una idea que barniza muchas de las posiciones trumpistas. Pero en la recta final de la campaña, la posición del hoy presidente electo cambió en busca del voto más anticastrista de Florida, aseguró que revertiría el decreto presidencial de Obama respecto al país a menos que el régimen de Castro asumiera las nuevas demandas estadounidenses.

Obama quiso dejar en su legado como presidente estadounidense el deshielo en las relaciones con Cuba y su comunicado de este sábado refleja esa voluntad. "En la hora de la muerte de Fidel Castro, extendemos nuestra mano de amistad a los cubanos. Sabemos que estos momentos embargan a los cubanos -a los de Cuba y a los que están aquí- de emociones muy fuertes, recordando los incontables modos en los que Castro alteró el curso de sus vidas, sus familias y a la nación cubana. La historia guardará y juzgará el enorme impacto de esta figura singular en la gente y en el mundo", dijo en un mensaje completamente milimetrado, en las antípodas del de su sucesor.

Trump, el nuevo comandante en jefe de Estados Unidos, tuvo un recuerdo para los veteranos de la Brigada 2506, la invasión de Bahía Cochinos que la CIA impulsó sin éxito en 1961. Los anticastristas no perdonan que Obama viajara a la isla caribeña pese a la falta de avances palpable en derechos humanos -algo que al inicio de las negociaciones era un requisito del presidente demócrata- a cambio de sellar el deshielo. Su imagen en La Habana el pasado marzo pasará a la historia como la de la primera visita de un presidente de Estados Unidos a Cuba en 88 años. Este sábado cundía la sensación de que tomaría ocho décadas más una fotografía semejante.


Primeras señales de cambio

Raúl Castro, hermano de Fidel y presidente desde que el dictador enfermó hace una década, encontró en Barack Obama al primer presidente estadounidense que decidió probar un plan B, habida cuenta que las normas de aislamiento y embargo no habían fructificado durante casi 60 años de conflicto. En octubre, Estados Unidos se abstuvo en la votación de Naciones Unidas para condenar el embargo contra la isla, una votación que se celebra cada año desde 1991 y en las que la primera potencia siempre tenía la misma respuesta: NO.

Más allá de las palabras, hay algún gesto que ya indica un cambio de tercio en este tipo de medidas, muy controvertidas para buena parte de los cubanos en el exilio norteamericano. Donald Trump ha incluido en su equipo una figura del lobby proembargo como el abogado Mauricio Clever-Carone, miembro de la organización Democracia Cuba-EE UU, que reclama una “transición incondicional de Cuba a la democracia y al libre mercado”.

“La relación con Cuba ha estado marcada durante 60 años por los profundos desacuerdos políticos, durante mi presidencia hemos trabajado muy duro por dejar el pasado atrás”, dijo Barack Obama. El jefe de la diplomacia, John Kerry, usó un tono similar. El número dos de Trump, el vicepresidente electo, Mike Pence, dejó claro que todo ha cambiado: “Defenderemos con el oprimido pueblo cubano una Cuba libre y democrática. ¡Viva Cuba Libre!”.

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